CANCIÓN
Un marinero en lo alto del mástil
no ve más que las olas del océano
y oye el cambiante y salvaje estallido
donde brama la fuerte tormenta.
Perdí el amor del cielo allí arriba,
desprecié los placeres de la tierra aquí abajo;
sentí la dulzura del amor imaginario
y el infierno fue mi único enemigo.
EXISTO
Siento que existo -sólo sé que existo
y camino por la tierra desolado y vacío:
ésta cárcel terrenal me heló el cuerpo con su copa
de tristeza y destruyó mis pensamientos elevados,
YO SOY
Yo soy, pero todos ignoran lo que soy y a nadie importo,
me olvidan mis amigos como a un fugaz recuerdo;
soy el consumidor de estas mis propias penas,
que surgen y se esfuman en la inconsciencia afable
cual sombras en las ansias contrarias del amor:
y sin embargo yo soy, y vivo como espíritu arrojado
LVI
Hoy como ayer, mañana como hoy,
¡y siempre igual!
Un cielo gris, horizonte eterno
y andar... andar.
Moviéndose a compás como una estúpida
máquina el corazón:
la torpe inteligencia del cerebro
dormida en un rincón.
El alma, que ambiciona un paraíso,
buscándole sin fe;
fatiga sin objeto, ola que rueda
ignorando por qué.
Voz incesante con el mismo tono
canta el mismo cantar,
gota de agua monótona que cae
y cae sin cesar.
Así van deslizándose los días
unos de otros en pos,
hoy lo mismo que ayer... y todos ellos
sin gozo ni dolor.
¡Ay!, ¡a veces me acuerdo suspirando
del antiguo sufrir!
¡Amargo es el dolor, pero siquiera
padecer es vivir!.